lunes, 6 de junio de 2011

las heridas

Somos curiosas, las personas. Aquella noche estaba tan cansado que no me despertó mi persiana siendo golpeada por el viento, ni el cielo desprendiéndose en forma de lluvia; ni siquiera el estruendo de los truenos de la tormenta que hacía hasta temblar los lapiceros en mi mesa. En cambio, me desperté al instante al oír ese tímido golpeteo en la puerta.

Al principio, pensé que se trataba de un sonido más de los que traía el viento, así que me di media vuelta en la cama para seguir durmiendo, pero volví a escucharlo nuevamente, aunque con la misma leve intensidad. Entonces, como uno de los relámpagos que adornaban el cielo de esa noche, vino a mi mente la idea de que indudablemente eras tú quien llamaba a mi puerta. Me levanté corriendo y fui a abrirte.

Otra vez llegabas con esa carita triste que me partía el corazón. Tus pantalones estaban calados, y aunque trataste de ocultarlo, pude ver que llevabas un corte en la mejilla.

- ¿Cómo puede haber personas que puedan golpear una cara tan bonita, y dejarte en la calle en una noche como esta? A veces la humanidad me da miedo.

Te agarré de las puntas de los dedos, moradas de frío, que asomaban por las mangas de tu jersey empapado, y te hice pasar dentro. Preparé una toalla limpia y la coloqué encima del radiador mientras te dabas una ducha. Cuando llegaste en toalla a la cama y me abrazaste, descubrí, sin quererlo, otras heridas en tu piel.

Caíste rendido mientras yo lamía el corte de tu mejilla. Incluso después de la ducha caliente, seguía notando tus pies helados entre los míos. No podía verte en la oscuridad, pero sabía que sonreías de aquella forma tuya, como un cachorrillo que se duerme delante de una estufa. A mí sólo me daba pena no poder lamer las heridas de tu corazón maltratado.

Te miraba sin verte con el temor de dormirme, porque sabía que al despertar ya no estarías a mi lado. Nadie podía comprenderme y lamer aquella herida mía; no había una realidad más dolorosa para mí que saber que estabas hecho para el sufrimiento, y que todo el cariño que yo pudiera darte, sólo serviría para restablecerte hasta los siguientes golpes que tú buscases. Somos curiosas, las personas.

2 comentarios:

  1. Tienes mucha razón, a veces las personas somos curiosas y actuamos de manera imprevisible.
    Me encanta leerte, estoy realmente "enganchada". :-)

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  2. Estoy muy contento de que sigas el blog con tanto interés, Inma. Me alegro mucho de que te guste. Un beso. :-)

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