La tortuga es un animal que tiene cuatro patas, cabeza y una pequeña cola. Todo esto que decimos que tiene puede guardarlo dentro de un duro caparazón hecho de roca volcánica que siempre lleva allí donde va. Es un reptil y su pequeña cola tiene forma de triángulo.
Es un animal tan ancestral y remoto que existe desde antes de que se inventara el propio tiempo. Viaja por todo el mundo con unos pasos que se caracterizan por ser muy, muy cortos y muy, muy lentos. No le preocupa que sus pasos sean así de cortos y lentos; porque tiene todo el tiempo del mundo. De hecho, cuando se acabe el tiempo, seguro que la tortuga seguirá existiendo y viajando en su eterno periplo sin rumbo ni destino.
Para recorrer estas enormes distancias, la tortuga se alimenta del recuerdo de horizontes ya alcanzados, de lechuga, de esperanzas sobre los horizontes que vendrán, de manzana cortada en láminas finas y de autoconfianza y seguridad en sus propias capacidades como caminante. A veces también se emborracha de amor y atraviesa tranquila áridos desiertos, montañas rocosas o regiones cubiertas por el hielo; permitiéndose el lujo de caminar haciendo círculos para ver cómo todo cambia mientras ella permanece inmutable.
Quiero recorrerte a paso de tortuga.
Quiero tener todo el tiempo del mundo para caminar, a pasos de tortuga, por los paisajes de tu mente; deteniéndome a observar cada árbol, cada nube y cada pequeño caracol. Quiero perderme, a pasos de tortuga, por tu cuerpo; aprendiendo dónde hay valles, llanuras, montañas, y un hombro donde poder dormir. Quiero adentrarme, a pasos de tortuga, en lo más profundo de tu corazón; entender el lenguaje de sus latidos y poderle contestar con mis palabras de calor.
Porque antes de que avanzase la primera saeta, antes de que se encarcelara la arena en cristal; antes siquiera de que se clavase un palo en el suelo formando un reloj de sol; tenía claro que quiero recorrerte a pasos de tortuga. Porque el tiempo no me importa. Porque tenemos todo el tiempo del mundo.
Es un animal tan ancestral y remoto que existe desde antes de que se inventara el propio tiempo. Viaja por todo el mundo con unos pasos que se caracterizan por ser muy, muy cortos y muy, muy lentos. No le preocupa que sus pasos sean así de cortos y lentos; porque tiene todo el tiempo del mundo. De hecho, cuando se acabe el tiempo, seguro que la tortuga seguirá existiendo y viajando en su eterno periplo sin rumbo ni destino.
Para recorrer estas enormes distancias, la tortuga se alimenta del recuerdo de horizontes ya alcanzados, de lechuga, de esperanzas sobre los horizontes que vendrán, de manzana cortada en láminas finas y de autoconfianza y seguridad en sus propias capacidades como caminante. A veces también se emborracha de amor y atraviesa tranquila áridos desiertos, montañas rocosas o regiones cubiertas por el hielo; permitiéndose el lujo de caminar haciendo círculos para ver cómo todo cambia mientras ella permanece inmutable.
Quiero recorrerte a paso de tortuga.
Quiero tener todo el tiempo del mundo para caminar, a pasos de tortuga, por los paisajes de tu mente; deteniéndome a observar cada árbol, cada nube y cada pequeño caracol. Quiero perderme, a pasos de tortuga, por tu cuerpo; aprendiendo dónde hay valles, llanuras, montañas, y un hombro donde poder dormir. Quiero adentrarme, a pasos de tortuga, en lo más profundo de tu corazón; entender el lenguaje de sus latidos y poderle contestar con mis palabras de calor.
Porque antes de que avanzase la primera saeta, antes de que se encarcelara la arena en cristal; antes siquiera de que se clavase un palo en el suelo formando un reloj de sol; tenía claro que quiero recorrerte a pasos de tortuga. Porque el tiempo no me importa. Porque tenemos todo el tiempo del mundo.